El dolor siempre es el maestro, el que provoca una punta de conciencia que nos despierta hacia adentro, hacia eso que todos tenemos y que habla siempre que le damos la oportunidad. Es bueno agradecer los momentos dolorosos porque ellos siempre nos llevan a la alegría. Siempre que hay dolor hay rabia, impotencia, agresividad y una ira que si no sabemos MIRAR puede llegar a matarnos. El dolor observado, aceptado y respirado siempre nos indica el camino, siempre nos devuelve a la alegría porque una vez reconocida también la rabia, la ira y la agresividad como parte activa en él, solo nos queda reconocer que se puede aprender también del gozo.
Cuando era niña era tan morenita y tan alta, tan poco niñita guapa que en la escuela siempre me tocaba hacer de burro en el Portal de Belén que recreábamos en la escuela. Me hubiera encantado hacer de Virgen María pero por esas épocas y en mi pueblo, la virgen María tenia que ser rubia y muy guapa. Una vez incluso se atrevieron a ponerme pantalones y representar a San José. Me entró tal ira que siempre que podía tiraba del pelo a todas las rubias y pelirrojas. A mis mayores no les gustaba mi pelo largo así es que me hacían unas trenzas horrorosas, cuatro en total, dos arriba de mi cabeza que enganchaban con otras dos que se hacían con el pelo de abajo. Cuatro trenzas... que barbaridad, encima me las acababan con unos lazos horribles en forma de moños. Y por aquellas épocas no podíamos pedir, había que obedecer y callar. Créanme, fui una niña muy traviesa, muy presuntuosa, tenia tanto miedo a volver a ser abandonaba que lo aceptaba todo. Todo, con tal de que me quisieran y no me abandonaran otra vez. Mis notas eran las mejores, fui tan buena alumna que mi nombre siempre encabezaba "EL CUADRO DE HONOR" Que humillante! Como me separaba eso de los compañeros que no tenían que huir del dolor estudiando día y noche. Yo sentía dolor, sentía rabia, impotencia. Eso me trajo varios problemas conmigo misma porque si hay algo que hace verdaderamente daño es LA PRESUNCIÓN, el NO SER UNO MISMO.
Ah... pero yo tenia un abuelito centenario que era mi mejor amigo de juegos, se llamaba Ramón y era él quien me despertaba por la mañana haciéndome cosquillas en los pies, vistiéndome y llevándome con el a su trabajo en el huerto. Gracias a Dios pronto descubrí el gozo de morder un tomate directamente cortado de la planta, recoger yo misma las brevas de las higueras, dejar enfriar los damascos calientes para lavarlos y meterlos completamente en mi boca, coger la uva y comerla chorreando por mi delantal, preparar uvas pasas, elaborar la miel, las mermeladas, el pan del horno y el placer de curar y cuidar a un pajarito caído de una rama, ver nacer a Estrella, la potranca mas bonita que he podido acariciar y disfrutar del columpio que el abuelo hizo para mi bajo la rama de una higuera.
El dolor que me producía no ver casi nunca a mis padres ni a mis hermanos hizo que volcara la mirada al gozo que me producía todo lo que gracias a Dios, el abuelo y la tía Lea me ofrecían.
Sin saberlo me aferré al gozo y no lo solté hasta que llegue a la adolescencia y me tocó llorar el duelo que me había producido el "abandono de mis padres" que en realidad nunca me abandonaron porque nunca fueron conscientes de haber hecho tal cosa. Cómo dice el viejito Hellinger, la gente siempre hace lo que puede y si pudiera hacerlo mejor, seguramente lo harían.
Ya de mayor y de haber atravesado una adolescencia atroz volví a caer en el abandono luchando por una causa que me llevó a ser perseguida por los militares de mi país, encerrada por setenta y dos horas y hasta ahí... no quiero contar cosas espantosas, el que quiera saber mas sobre esto solo tiene que entrar al google y poner Alicia Mikulcic, quizá aun esté un articulo que escribí cuando la guerra de Bosnia, se llamó MUERTE ABSURDA, lo han copiado con unos errores ortográficos que yo no cometí. Ahí estaba hasta hace un par de años. Yo ya no quiero saber sobre esa etapa, ahora voy por un camino donde el dolor va de la mano del gozo. No es que no quiera recordar ni necesite olvidar. Ya no quiero que el pasado me desintegre, ahora quiero vivir en esta otra etapa de mi vida donde EL GOZO no se separa de mi y donde gracias a Dios, prefiero reciclar para que la historia no se repita.
El gozo me ayudó a comprar unas pastitas de te, de las buenas, un tarro de té, del bueno y una vez fuera, regresé para llevarle ese presente al comisario diciendole estas palabras: "Reciba usted este presente, tiene el trabajo mas duro que pueda tener un ser humano" Nunca sentí una verdad tan cerca de mi.
El gozo es tan importante en mi vida que cuando algo va en su contra, el cuerpo me avisa. Mis nietecitos me han dado lo mejor de estos tiempos, las alegrías de mi hijo me dan la vida. Me encantaría verle saltar de alegría cuando España mete un gol. Lamentablemente no puede ser así, pero yo trato de imaginarlo para no perderme ese salto del sillón con los brazos en alto.
Cerrar los ojos y visualizar aquello que nos gusta no es de locos. Yo tengo un oso enorme con el que bailo poniéndole el rostro de mi marido ya fallecido hace muchos años. A veces entro despacito a la cocina de mi infancia y me encuentro con un perol enorme lleno de mermelada de ciruelas. Solo tengo que cerrar los ojos para disfrutar de todo lo que me produjo gozo y todo lo que aun me lo sigue produciendo. Muchas noches me voy a la cama con la carita de mis nietos sonriendo así es que hasta he aprendido a no echarles de menos.
El gozo, siempre el gozo, al amanecer, metiéndome al mar a las siete de la mañana, caminando sobre la arena con los pies descalzos, escuchando los pajaritos al amanecer o simplemente compartiendo mi vida en forma de cuento para que el que me lea pueda abrir su corazón y dar las gracias conmigo...
A veces vuelvo a caer y me despierto llorando porque el que fue abandonado una vez, vuelve a ser abandonado a lo largo de la vida. Es un aprendizaje erróneo del alma que hay que tratar de sanar. Es muy duro. Tenemos que ser muy conscientes de como abandonamos y nos avandonamos a nosotros mismos para poder reciclar y tratar de marcharnos de este mundo con ese sentimiento ya curado.
Cuando eso ocurre busco esas películas buenas que me gustan y me las veo en sesión continua, como la fruta que mas me gusta y me acuesto del lado que mas cómoda me siento. Dejo que mi mente sueñe y al otro día vuelvo al camino del gozo. El siempre esta ahí si le damos un lugar importante en nuestras vidas. Se le puede escribir una carta y darle las gracias por todas las alegrías. Háganlo, es terapéutico.
Cuando el gozo esta cerca, por mal que parescan ir las cosas, siempre aparece ese algo que cambia el rumbo de la vida y regresamos a la sonrisa... solo hay que esperar, esperar es un don que todos tenemos y que a veces olvidamos. Esperemos un poquito, el alma avanza lentamente, siempre necesita tiempo, el tiempo del GOZO.
¡¡¡ Con amor y gozo, con amor y gozo, con amor y gozo!!!